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Necesidades fisiológicas: el punto de partida de la vida y de la fe

Necesidades fisiológicas: el punto de partida de la vida y de la fe

Por: Ing. Rafael A. Sánchez

Martes de Fe

“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4:4, RV1960)

La vida humana es un entramado de dimensiones espirituales, emocionales, sociales y biológicas. Sin embargo, todas ellas reposan sobre un eje fundamental: las necesidades fisiológicas. En el marco de la ciencia y la experiencia vital, podemos afirmar categóricamente que respirar, alimentarse, descansar, reproducirse, protegerse y mantener la homeostasis son los pilares que sostienen la existencia.

La teoría de la jerarquía de Maslow sitúa estas necesidades en la base de la pirámide, señalando que, sin su satisfacción, es imposible aspirar a niveles superiores de seguridad, amor, reconocimiento o autorrealización. La evidencia estadística respalda esta verdad: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 60% de las enfermedades crónicas están vinculadas a deficiencias en alimentación, descanso o actividad sexual saludable.

Y aquí hago un énfasis necesario: el sexo marital entre hombre y mujer no es un lujo, es una necesidad fisiológica y psicológica que fortalece el vínculo afectivo, la salud cardiovascular y la estabilidad emocional. La ciencia lo confirma: la Universidad de Harvard reporta que una vida sexual conyugal activa y respetuosa reduce en un 35% los niveles de estrés, prolonga la expectativa de vida y disminuye riesgos de depresión.

En mi natal Vallejuelo, tierra fértil y noble, la vida campesina nos enseñó que lo esencial no puede postergarse. Un labrador sin alimento no rinde en el surco, una madre sin descanso no puede criar con ternura, una familia sin unidad marital se desmorona en la fragilidad de la modernidad líquida. Allí comprendí, desde niño, que las necesidades fisiológicas no son caprichos del cuerpo, sino imperativos divinos para sostener la vida misma.

Como expresó Aristóteles: “La naturaleza no hace nada en vano”. Y si la naturaleza nos dotó de hambre, sueño y deseo, es porque en ellos reposa la perpetuidad de la especie y la dignidad del ser humano. Del mismo modo, Víctor Hugo sentenció: “El cuerpo humano es un templo, y como tal debe ser cuidado y respetado”.

¿Cómo podremos hablar de moral, de política, de progreso, si descuidamos la base que nos permite existir? El reto de nuestra generación es rescatar el valor de lo esencial. Una sociedad que desprecia el descanso, el alimento sano, la intimidad conyugal y la salud integral, está condenada a la fatiga, la frustración y el vacío existencial.

Hoy, en este Martes de Fe, invito al lector a mirar hacia dentro: satisfacer nuestras necesidades fisiológicas no es un acto egoísta, sino un compromiso con la vida, con la pareja, con la familia y con Dios mismo. Si cuidamos lo básico, lo demás se ordena; si fortalecemos lo esencial, lo demás florece.

Porque, al final, lo verdaderamente vital no es lo que aparentamos, sino lo que nos sostiene. Esa es la base de la ciencia, de la fe y de la vida misma.

¡¡¡DIOS ES BUENAZO!!!

 

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