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“Puentes que se desgajan, vida que se pierde: el Estado desnudo ante su ruina”

“Puentes que se desgajan, vida que se pierde: el Estado desnudo ante su ruina”

Por: Ing. Rafael A. Sánchez

Viernes que te quiero, viernes… Viernes, antesala del fin de semana, viernes de Prudencia.

“Los cimientos del justo no se moverán jamás; el impío no permanecerá en su lugar.”Proverbios 10:25 (RV1960)

Cada año, de junio a noviembre, se inicia la temporada ciclónica en República Dominicana. Seis meses en los que ríos crecen, lluvias azotan y fuerzas naturales acechan nuestras infraestructuras debilitadas. No es novedad: lo que asombra es que ya no avergüence. La caída de puentes, el borrado de alcantarillas y el desplome de tramos viales se han convertido en una costumbre de mal gusto, un retrato claro del abandono estatal y del descuido institucional.

Este jueves colapsó en Monte Plata, en el tramo que une Yamasá con Don Juan, un puente en estado de deterioro extremo, cuando un camión cargado de materiales intentaba cruzarlo. El conductor del vehículo, identificado como Pablito Díaz, murió en el acto al caer con el camión en el río.

Ese puente, pese a su evidente fragilidad, seguía habilitado al tránsito, incluso con camiones cargados de agregado —una práctica temeraria que no solo ignoraba el peligro, sino que lo agravaba. Este episodio sangrante no es un hecho aislado. Es un síntoma. Un puente colapsa, una persona muere, y el sistema sigue permitiendo que estructuras en ruina soporten cargas excesivas.

Según datos oficiales, el Ministerio de Obras Públicas registra que el país cuenta con 2,264 puentes, de los cuales 474 requieren intervención urgente por deterioro o defectos estructurales. En los tres corredores principales, el 78 % de la red vial ha sido catalogada como insegura por el programa iRAP, por grietas, desgaste, falta de señalización o mantenimiento negligente.

Aspecto técnico:

  • Un puente falla por fatiga estructural cuando sus elementos de carga —vigas, pilotes, juntas— han sido sometidos repetidamente a solicitaciones superiores a su capacidad residual.
  • En estructuras viejas o mal mantenidas, incluso cargas normales pueden generar fisuras o cortantes peligrosas.
  • Las alcantarillas colapsan cuando se obstruyen con sedimentos o cuando aumenta el caudal, ejerciendo presión hidráulica que erosiona los apoyos adyacentes.
  • Los protocolos preventivos deben incluir inspecciones semestrales, sistemas de monitoreo (sensores de deformación), mantenimiento sistemático, reforzamientos adaptativos y planes de contingencia.

“Quien no contempla el fin, prepara su fuga”, decía Baltasar Gracián. Y también: “El hombre prudente ve el peligro y se esconde; el inexperto sigue adelante y sufre la pena.” Estas reflexiones calan en un Estado que no ve, que no previene, que no protege.

Entonces: ¿quién responde si mañana otro tramo colapsa y mata más inocentes? ¿Qué excusa tendrán los responsables? ¿Hasta cuándo soportaremos que lo cotidiano sea la ruina?

En mi Vallejuelo amado, adorado y valorado, siempre se dice: “Ponen candado después que roban.” Ese dicho, que parece trivial, encierra una lección dolorosa: reaccionar después del daño. Hoy, las grietas no son metáforas: son puentes que se caen, vidas que se apagan, promesas rotas.

No más tolerancia. No más discursos huecos. Exigimos auditorías independientes, códigos de ingeniería actualizados, sanciones ejemplares, presupuesto real y mantenimiento serio. Que cada centavo invertido cuente, que no nos maten por olvido.

El Estado debe entender que su misión no es erigir puentes para cortes de cinta y discursos, sino sostenerlos para salvar vidas. Cada alcalde, cada contratista, cada ingeniero responderá ante la historia si continuamos siendo cómplices del desastre.

Rafael A. Sánchez C.
¡¡¡DIOS ES BUENAZO…!!!

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