Por: Ing. Rafael A. Sánchez
Martes de fe
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.” (Salmos 91:1, RV1960)
En los últimos años, los fenómenos meteorológicos extremos han golpeado con fuerza a la República Dominicana. En noviembre de 2023, lluvias torrenciales dejaron al menos 21 muertos y más de 13,000 desplazados tras inundaciones y deslizamientos.
Esas cifras no pueden seguir siendo simples estadísticas que se olvidan: son vidas, familias y comunidades enteras sumidas en la vulnerabilidad. Y, sin embargo, la prevención sigue siendo insuficiente, la preparación rezagada y las políticas comunicacionales fragmentadas.
Cuando se acerca noviembre y los aguaceros se anuncian, debemos preguntarnos con sinceridad:
¿Estamos verdaderamente listos?
¿Tenemos un plan único, coherente y creíble para informar, evacuar y proteger?
Las autoridades del Estado deben unirse y coordinarse, evitando el protagonismo y la multiplicidad de voces que solo confunden. Debe existir un solo vocero autorizado, una fuente confiable, una estrategia unificada de comunicación que lleve orientación veraz al ciudadano, sin pánico y sin caos.
Mientras tanto, los drenajes, imbornales, cañadas, canales, ríos, presas y puentes necesitan mantenimiento antes de la tormenta, no después.
No más improvisaciones. No más “cuando pase el agua, vemos quién es quién.”
Decía Aristóteles: “La virtud está en el término medio.” Y advertía Benjamin Franklin: “Por no planear, estamos planeando fracasar.”
Desde mi Vallejuelo natal lo resumimos con sabiduría campesina: “Agua que no se frena en naciente, inunda el valle.” Una máxima sencilla, contundente y real.
Reseña histórica
La República Dominicana ha enfrentado repetidamente lluvias extraordinarias: desde tormentas tropicales que desplazaron miles, hasta desbordes que aislaron comunidades enteras. Aunque el país ha avanzado en el conocimiento del riesgo, la acción sigue siendo reactiva.
El sistema de protección civil, el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) y la Oficina Nacional de Meteorología (ONAMET) han evolucionado, pero persisten la fragmentación institucional, la falta de recursos y la comunicación dispersa.
La lección es clara: solo la coordinación, el liderazgo firme y la planificación anticipada convierten la amenaza en control.
Reflexión final
La fe nos inspira a confiar, pero la fe sin acción es esperanza vacía. Este Martes de Fe debe impulsarnos a la templanza y al deber:
Cuidar vidas primero, luego los bienes; después, los números.
Porque cada cifra perdida en un reporte representa un rostro, un nombre, una historia interrumpida. La República Dominicana tiene el conocimiento y la institucionalidad. Lo que falta es contundencia, claridad y unidad.
La tormenta llegará —eso ya lo sabemos—, pero lo que debemos demostrar es que estamos listos para enfrentarla con orden, previsión y humanidad.
¡¡¡DIOS ES BUENAZO…!!!