Por: Ing. Rafael A. Sánchez
Lunes, inicio de la semana laboral, lunes de Templanza.
“Si se destruyeren los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?”
— Salmos 11:3 (RV1960)
Nos embromamos cuando, en nombre de los derechos, mutilamos los deberes. Nos embromamos cuando, con el disfraz de la inclusión, se sustituyen principios con aplausos. Nos embromamos cuando se pretende reformar la dignidad militar con el lápiz del populismo y el borrador de la improvisación.
Las Fuerzas Armadas no son escenario de experimentos sociales ni laboratorio de ensayo ideológico. No son terreno de pruebas para agendas, presiones, modas o trending topics. Son el último muro moral de la República. Cuando todo se cae, ellas deben permanecer firmes. Por eso necesitan disciplina, temple, doctrina, convicción y honor, no opiniones cambiantes ni caprichos legislativos.
La Patria no se defiende con decretos… se defiende con carácter.
No se protege con discursos… se protege con convicción.
No se mantiene con emociones… se mantiene con estructura, identidad y honor.
Porque cuando al soldado se le quita el honor, no queda militar… queda usuario del uniforme.
Cuando se reduce la obediencia, no hay ejército… hay asamblea.
Cuando se diluye la doctrina, no hay soberanía… hay riesgo.
Edmund Burke lo advirtió sin rodeos:
“Una nación que negocia sus principios, comienza a subastar su libertad.”
Hoy no se discute quién entra.
Hoy se discute qué se pierde:
¿Estamos abriendo puertas donde deberían quedar muros?
¿Estamos confundiendo igualdad con desfondamiento institucional?
¿Estamos regalando derechos sacrificando deberes?
¿Vamos a seguir entregando columnas históricas a cambio de aplausos momentáneos?
Napoleón Bonaparte lo entendió antes que nosotros:
“Un ejército no teme a miles de enemigos, sino a una sola fractura moral.”
Y en mi Vallejuelo querido lo dicen diferente, pero igual de sabio:
“Si la muralla pierde un ladrillo… el muro deja de ser muro.”
No se trata de excluir. Se trata de preservar.
No se trata de negar derechos. Se trata de defender deberes.
No se trata de callar opiniones. Se trata de proteger los cimientos.
Porque cuando el honor calla, la improvisación se atreve a hablar.
Y el día que el honor militar se convierta en opinión pública, ese día la Patria se convierte en sala de debate.
Reflexión final:
Cuando la doctrina militar se debilita, la República se queda sin escudo. Cuando se confunden derechos con concesiones, abrimos puertas donde la Patria exige muros. Cuando perdemos el respeto por nuestras instituciones, comenzamos a caminar —sin brújula, sin escudo y sin rumbo— hacia ninguna parte.
¡¡¡DIOS ES BUENAZO…!!!


