Por: Ing. Rafael A. Sánchez C. — Ingeniero, locutor, comunicador, magíster
Lunes inicio de la Semana Laboral, Lunes de Templanza.
Lo que estamos viviendo los ciudadanos residentes en la Capital Dominicana, la Primada de América, no tiene precedentes racionales ni proporción tolerable. En Santo Domingo, ciudad que alberga el primer asiento universitario del Nuevo Mundo, epicentro de la civilización hispanoamericana, nos vemos hoy atrapados en un escenario grotesco, peligroso y vergonzoso. Lo que debería ser una urbe histórica y ordenada, está siendo convertida en un infierno urbano por la presencia descontrolada de limpia vidrios y venduteros.
Sí, VENDUTEROS, en su forma más anárquica, parasitaria y desbordada. El término que en algún momento pudo tener una connotación neutral, hoy representa el símbolo de la informalidad violenta, el ruido insano y la invasión irrespetuosa del espacio público.
Del trabajo informal al crimen a plena luz
En las últimas semanas, hemos presenciado episodios verdaderamente dantescos. No se trata simplemente de personas que buscan el sustento de manera digna —ese argumento ya no aplica aquí—. Se trata de grupos de individuos armados de piedras, botellas y amenazas, que han hecho de los semáforos sus trincheras delictivas.
Lo acontecido el pasado viernes no puede quedar bajo la alfombra de la impunidad. Un conductor fue víctima de un ataque criminal cuando un supuesto limpia vidrios — mejor dicho, un delincuente disfrazado de limpiador — le lanzó una botella de vidrio al cristal trasero de su vehículo, destrozándolo por completo. El impacto, de haber habido un pasajero en la parte trasera, pudo haber causado una tragedia fatal.
El agresor huyó caminando tranquilamente, en medio de la indiferencia de transeúntes, choferes y otros venduteros que ya forman parte del decorado caótico de nuestras calles. Ni una patrulla, ni una reacción institucional. ¡Como si nada hubiera pasado!
“La tolerancia al desorden acaba siendo complicidad con el crimen.” — Edmund Burke
Un llamado inaplazable a las autoridades
La permisividad institucional ha dejado que este cáncer social se meta en el tuétano del orden público. Si las autoridades no actúan con urgencia, con decisión y con energía legal, estarán claudicando frente a la delincuencia organizada del espacio urbano.
Lo que pedimos no es persecución injusta, sino orden, respeto y protección. La calle no puede seguir siendo tierra de nadie. Las intersecciones no pueden seguir operando como plazas de comercio ilegal, mendicidad agresiva y actos de intimidación cotidiana.
La tolerancia frente al abuso es también una forma de violencia. Y la inacción ante el caos es complicidad institucional.
El costo psicológico, vial y social
Este problema no solo es un asunto de seguridad, sino también de salud mental, movilidad urbana y dignidad ciudadana. El estrés generado por los abordajes constantes, las discusiones en medio del tráfico y la incertidumbre ante posibles agresiones, tiene un costo humano y emocional altísimo.
Cada día, miles de conductores y familias quedan expuestos a situaciones de alto riesgo:
- Agresiones verbales,
- Daños materiales,
- Robos encubiertos,
- Y en el peor de los casos, violencia física letal.
Propuesta técnica: una solución con base
Lo que se necesita no es improvisación ni mano blanda. Lo que hace falta es:
- Una política urbana seria de desmonte progresivo del comercio informal peligroso, con operativos permanentes en puntos críticos.
- Un registro biométrico y visual de individuos reincidentes, compartido entre Digesett, Policía Nacional y la Alcaldía.
- Zonas reguladas y alternativas reales de inclusión social y laboral, para los que verdaderamente quieran trabajar dignamente.
- Campañas educativas y cívicas, pero combinadas con una presencia policial firme y sostenida.
- Sanciones ejemplares y judicialización inmediata de los agresores, como medida disuasiva de la violencia callejera.
La autoridad que no impone el orden, simplemente renuncia a su rol constitucional.
El deber de protegernos
Nos corresponde como sociedad demandar lo que es justo. Exigimos acción inmediata, visible y sostenida. Exigimos vivir sin miedo en nuestras propias calles. Exigimos que las instituciones vuelvan a ser instrumentos de orden, no de excusas.
La capital no puede ser rehén del caos.
La capital no puede ser cuna del miedo.
La capital merece respeto.
DIOS ES BUENAZO…!!!