Por: Ing. Rafael A. Sánchez
Martes de fe
(Proverbios 29:2 RV1960)
“Cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime.”
El abuso y desafío de la población en medio de tormentas, lluvias y fenómenos naturales, escenificando los mal llamados “teteos”, los balnearios improvisados en avenidas, calles, cañadas y callejones, constituyen un atentado directo contra la autoridad, la razón y la prudencia. No es simple descuido, es un reflejo doloroso de la debilidad cívica y de los pírricos niveles de educación que erosionan el orden social.
No puede haber progreso donde la disciplina es sustituida por la insolencia, ni desarrollo donde la autoridad es burlada con descaro. Resulta impostergable que los regímenes de consecuencias actúen con carácter, firmeza y coherencia. Deben endurecerse las sanciones, establecerse controles estrictos y legislar con visión, como se hizo en tiempos de los toques de queda, cuando la autoridad era respetada porque la vida estaba en juego. Hoy, aunque la pandemia haya pasado, la imprudencia sigue contagiando.
Como sentenció Immanuel Kant, “La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz.”
* Sin embargo, nuestra sociedad parece empeñada en demostrar lo contrario: la falta de civismo, el desprecio por las normas y la liviandad ante el peligro, muestran un deterioro alarmante del carácter nacional, según reportes oficiales de Protección Civil, las imprudencias en eventos masivos y bajo condiciones meteorológicas adversas han incrementado en un 37% los accidentes y riesgos de emergencia en los últimos cinco años.
Albert Einstein advertía: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana; y del universo no estoy seguro.”
Esta afirmación, más vigente que nunca, retrata la necedad colectiva que confunde diversión con desafío, libertad con libertinaje y alegría con falta de respeto.
Lo dicen en mi Vallejuelo natal:
“El que no aprende a respetar, aprende a sufrir.”
Esa sabiduría popular encierra una verdad contundente: sin respeto no hay convivencia, sin educación no hay progreso y sin autoridad no hay nación. Es momento de que el Estado actúe con decisión, que la ciudadanía recupere la conciencia del deber, y que la educación vuelva a ser la herramienta que modele el carácter dominicano.
La sociedad que desafía la autoridad se autodestruye lentamente; y la autoridad que teme ejercer su poder, pierde la moral de gobernar. Es hora de elevar la voz, restablecer el orden y devolver la dignidad a la ley. Porque respetar no es temer; es comprender que la autoridad existe para preservar la vida.
¡¡¡DIOS ES BUENAZO…!!!


