Por: Ing. Rafael A. Sánchez C. — Ingeniero, locutor, comunicador, magíster
Lunes, inicio de la semana laboral – Lunes de Templanza
Veo con mucha preocupación la situación de la salud mental, no solo en el mundo, donde los números ya son estremecedores, sino particularmente en mi terruño, mi amada, edénica, paradisiaca y abnegada República Dominicana. Aquí se observa un deterioro vertiginoso y profundo en esta área neurálgica de la salud.
La salud mental es, paradójicamente, el renglón más caro y menos asequible del sistema sanitario. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 1 de cada 8 personas padece un trastorno mental. En nuestro país, los datos del Ministerio de Salud Pública muestran que más del 20% de la población adulta presenta síntomas de ansiedad o depresión, pero menos del 5% recibe atención especializada.
La situación es tan alarmante como silenciada. Una consulta privada con un psiquiatra puede costar entre 2,000 y 5,000 pesos dominicanos, mientras una sesión de psicoterapia oscila entre 1,500 y 3,000 pesos, cifras inasumibles para una sociedad donde más de la mitad de la población sobrevive en condiciones económicas limitadas.
Lo más delicado no es solo el costo. Es el impacto silencioso y acumulativo. Si la cabeza no anda bien, ninguna otra parte lo hará. El deterioro mental es el germen de otros males: violencia intrafamiliar, criminalidad, adicciones, desempleo, abandono escolar y suicidio. Solo en 2023, el país reportó más de 700 intentos de suicidio documentados, una cifra que probablemente subestima el drama real.
Decía Hipócrates, padre de la medicina:
“La salud es la primera de todas las libertades.”
Hoy somos testigos de una libertad que se desvanece. La falta de atención integral, el estigma social y la indiferencia política están gestando una crisis de salud mental sistémica que no admite más excusas.
No podemos seguir llamando “debilidad” a lo que es una enfermedad ni tratar la desesperación con indiferencia. Como sentenció Sigmund Freud:
“Las emociones no expresadas nunca mueren. Son enterradas vivas y saldrán más tarde de peores formas.”
Para agravar la situación, la mayoría de los seguros médicos no cubren de forma digna ni suficiente la atención en salud mental, convirtiendo la asistencia en un privilegio de pocos.
Por eso es indispensable que el Colegio Médico Dominicano (CMD) asuma una postura activa y que se geste de manera urgente un pacto tripartito entre Gobierno, gremios médicos y sociedad civil, orientado a crear políticas públicas que garanticen cobertura, prevención y tratamiento efectivo de estos padecimientos.
Si aspiramos a un país sano, debemos comenzar por la mente. Porque no hay progreso posible con una sociedad emocionalmente fracturada. La inversión en salud mental no es un gasto: es una obligación moral, científica y social.
DIOS ES BUENAZO….!!!