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El grito silente de una sociedad herida: Entre cadenas invisibles y el enfriamiento del amor

El grito silente de una sociedad herida: Entre cadenas invisibles y el enfriamiento del amor

Por: Ing. Rafael A. Sánchez

 Martes de Fe

“Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.” Mateo 24:12 (RV1960)

El martes, segundo día de la semana laboral, debería ser un canto de esperanza, una apertura hacia la productividad y el orden. Sin embargo, en la República Dominicana pareciera convertirse en un espejo donde nos reflejamos como sociedad dolida, con grietas profundas y heridas sangrantes. Nos está pasando algo… y lo sabemos.

La violencia intrafamiliar ya no es un fenómeno aislado ni fortuito; es una epidemia social que lacera la esencia misma de nuestro pueblo. Hijos que matan a padres, padres que acaban con sus familias, esposos que apagan la vida de esposas e hijos. Muertes entre parientes primarios que, más que titulares de prensa, son el testimonio de un descalabro moral, ético y espiritual sin precedentes.

En artículos anteriores hemos abordado la salud mental, la precariedad económica, las tensiones emocionales y hasta las infidelidades como detonantes que incuban tragedias. Pero hoy, la realidad se nos muestra más cruda. Estamos, como decía mi abuela Dolores Caro en mi natal Vallejuelo, torciendo el cocote de la gallina para el almuerzo, solo que ahora no son aves de corral… ¡Somos nosotros mismos! Nos estamos comiendo vivos como nación.

Las estadísticas de homicidios familiares y suicidios nos alarman: en la última década los casos se han multiplicado en más de un 60%, según reportes oficiales. Lo que antes era un murmullo hoy es un grito ensordecedor. Y aunque se reconozca el esfuerzo de políticas públicas, algo está fallando en lo más íntimo: en el hogar, en el corazón y en la fe.

El filósofo Jean-Jacques Rousseau advertía: “El hombre ha nacido libre, y en todas partes se halla encadenado.” Hoy nuestras cadenas no son de hierro, son invisibles: la desesperanza, el desarraigo, la falta de amor. Y como decía Albert Einstein: “El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por los que lo miran sin hacer nada.”

¿Dónde quedó el respeto al padre y a la madre? ¿Dónde está el valor de la vida como don sagrado? ¿Dónde está la enseñanza de que la familia es cimiento y no campo de batalla? Nos hemos alejado de Dios, y al mismo tiempo, de nosotros mismos. La respuesta no puede esperar más.

Autoridades, iglesias, sociedad civil, academia y familias debemos trabajar de manera unísona, con la firmeza de un pueblo que ama su historia y que sabe que su fe es más fuerte que cualquier estadística. Debemos regresar al amor, a la paz, a la templanza; a la protección del más vulnerable.

En mi Vallejuelo querido, siempre se dice que “el que no riega la mata, no espere fruto”. Pues bien: si no sembramos hoy amor, respeto y valores, no podremos cosechar mañana una sociedad en paz.

Reflexionemos: Si el amor de muchos se está enfriando, que el nuestro no se apague; que nuestra fe sea fuego encendido, y que la templanza guíe este lunes y todos los días de nuestra nación. Porque al final, la verdadera libertad no está en vivir sin cadenas, sino en elegir el amor por encima del odio y la vida por encima de la muerte.

¡¡¡DIOS ES BUENAZO!!!

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