Por: Rey Romero – Periodista.
Aunque desde siempre la JCE ha hecho el llamado a los partidos políticos y a sus líderes a no hacer política hasta el tiempo establecido por la Ley Orgánica del Régimen Electoral (Ley No. 20-23), lo cierto es que hoy este mensaje cobra una nueva fuerza, dado quién lo emite: el propio presidente de la República.
Anteriormente solíamos ver a los partidos en campaña, pero no así a los políticos. ¿Cómo es eso posible? Pues basta con recordar los últimos gobiernos después del Dr. Joaquín Balaguer —para no llevar la historia tan atrás, aunque también aplicaría—, especialmente los procesos internos del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), liderado por Balaguer: un solo líder, una sola decisión, un solo pensamiento.
Pero avancemos un poco más en el tiempo. En 1996, sin importar los factores o razones, el PLD gana con Leonel Fernández. Lo cierto es que llegaron al poder, y aunque transcurrieron cuatro años, el León nunca quiso dar señales de apoyo a otro miembro de su mismo partido. Muchos entendimos en ese momento que él prefería perder el poder antes que entregar la antorcha a uno de los suyos. No sabemos si nos equivocamos, pero sucedió tal cual.
En 2000 llega Hipólito Mejía. Sus celos con el poder fueron tan notorios que, al poco tiempo de asumir la presidencia, comenzaron sus allegados más cercanos a pedir “cuatro más”. A pesar de que contaba con un partido lleno de intelectuales, preparados y capacitados para sucederle, no se permitió que otro asumiera el liderazgo.
Resumiendo: los 20 años de gobierno del PLD-FP fueron dominados por solo dos dirigentes. Leonel Fernández gobernó 2004-2008 y 2008-2012, y aunque quería seguir “hasta que Dios le diera vida”, Danilo Medina termina ganando (dicen que en contra de la voluntad de Leonel), presionado por una amenaza del expresidente Mejía, quien tenía los números para volver al poder y decía que metería presos a algunos funcionarios corruptos.
La ambición política, el amor por el poder y el egoísmo personal de Leonel y Danilo impidieron que otros miembros de su partido —con perfil y liderazgo— tuvieran oportunidad. El León decía que su partido era una “fábrica de presidentes”, pero, en conjunto con Danilo y Hipólito, no les permitieron avanzar.
Traemos estas pinceladas históricas a colación porque hemos visto con sorpresa y admiración la actitud del presidente Luis Abinader, quien hizo público en sus redes sociales este mensaje:
> “Soy un presidente tolerante y democrático, pero todo tiene un límite. Seguiremos gobernando para la gente y por eso, les digo a todos los precandidatos y a sus coordinadores: no están permitidos los actos proselitistas a funcionarios. Si quieren hacer campaña, deberán dejar sus cargos”.
Este mensaje es sumamente positivo para el sistema democrático y político del país. El presidente le dice a la sociedad que, aun teniendo todo el poder político, una aprobación cercana al 69% de intención electoral, un Congreso Nacional y una Cámara de Diputados a su favor (que le permitirían incluso modificar la Constitución), prefirió ponerle candado a sus aspiraciones y abrirle el paso a otro, en nombre del respeto a la democracia.
Y aunque su llamado es dirigido a sus propios funcionarios, los pone a elegir entre sus aspiraciones personales o sus funciones institucionales. Le dice al país: “tenemos quien sigue”, y también deja claro que cumplirá la ley y no permitirá el uso indebido de los recursos del pueblo.
Con este llamado, sabemos que la oposición —después de 30 años— seguirá girando en torno a Leonel Fernández. No a Danilo Medina, pero sí al mismo estilo, a la misma narrativa. No hay renovación real, sino reciclaje de liderazgos.
El PRM, en cambio, vive un momento democrático inédito. Sus precandidatos son numerosos, las opciones son diversas, las propuestas son vibrantes. Solo falta aplicar el mismo principio que el presidente ha exigido: Respeto a la ley.