Por: Milton Olivo – escritor, comunicador, ambientalista y activista por el desarrollo del sector agroindustrial y pesquero en la República Dominicana.
Caminar hoy por las calles de este municipio es ser testigo de una metamorfosis silenciosa pero contundente. Lo que antes era un paisaje dominado por la incertidumbre de los desechos, hoy se ha convertido en una postal de orden. En cada esquina, en cada barrio, el clamor ciudadano se ha unificado en una sola petición que resuena con fuerza: “¡Queremos los zafacones de Dío aquí!”.
Y no es para menos. Estos contenedores se han erigido como la joya de la corona de la gestión de residuos sólidos urbanos. Lejos de ser simples depósitos, son el símbolo de una ciudad que ha decidido cambiar su rostro.
La alquimia de la limpieza
El secreto de estos famosos contenedores radica en su gestión: una maravilla logística. Siempre impecables, han desterrado el fantasma de los malos olores gracias a un sistema de retiro diario y sustitución por unidades limpias.
El impacto visual y social es inmediato. Al observar el horizonte, ya no se ven fundas rotas ni desperdicios regados por animales o indigentes. La ciudadanía, en un acto de civismo contagioso, ha dejado de arrojar los residuos al suelo. El entorno se percibe respirable, colorido y digno. Lo que antes era un problema, hoy es un atractivo urbano que decenas de otros municipios observan con envidia sana, solicitando la fórmula para replicar este milagro de higiene.
“Como de Domingo”
La ciudad luce transformada, vestida con una gala permanente, como si siempre fuera domingo o víspera de Navidad. El orgullo de pertenencia ha vuelto a los corazones de los munícipes.
En Villa Faro, doña Margot observa el cambio desde su galería. Su testimonio resume el sentir de muchos:
“Es otra ciudad, renacida y colorida. Los puntos críticos han sido rescatados y pintados; los parques ahora parecen salidos de un cuento de hadas”.
Más allá de la basura: Una gestión humana
Pero la limpieza es solo el lienzo sobre el que se pinta una obra mayor. La gestión del alcalde Dio Astacio ha complementado la estética con una profunda transformación social. Los “nuevos tiempos” traen consigo programas de asistencia social que penetran en los barrios, jornadas de salud y una apuesta decidida por la educación.
Es conmovedor ver a unos 3,000 niños en unas decenas de barrios de la ciudad, recibiendo formación técnica, clases de inglés y música, alejándolos del ocio improductivo. A esto se suman los permanentes espectáculos públicos y una agenda vibrante de actividades deportivas y culturales. Mención aparte merece Costa del Faro, un proyecto que se ha convertido en un destino obligatorio: hay que venir y ver para creer.
Un paradigma de gobernanza
El Pastor Dio Astacio no solo ha sido una bendición para Santo Domingo Este, sino una inspiración para todo el país. Su visión revolucionaria se ha consolidado como el nuevo paradigma de gobernanza local.
No es casualidad que, en los corrillos políticos y sociales, crezca la corriente que lo señala como el hombre llamado a encabezar la Federación Dominicana de Municipios (FEDOMU). La lógica es simple: el país necesita que esa visión y estilo de gerencia se inyecte en el resto de las alcaldías.
Mientras tanto, a la oposición, aturdida por la contundencia de los hechos, solo le queda el recurso del pataleo y la difamación. Pero, como reza la sabiduría popular ante aquellos que intentan manchar el trabajo honesto: cuando se reparte excremento, siempre algo queda en las manos de quien lo lanza.
Santo Domingo Este avanza, limpio y orgulloso, hacia un futuro que ya se respira en sus calles.


