Richard Pichardo – CEO de AppCdfPro
En la República Dominicana se vive una preocupante normalización: los niños y adolescentes están expuestos cada día a programas y contenidos que no fueron creados para ellos.
El más reciente ejemplo es el reality show “La Casa de Alofoke”, un formato de convivencia y espectáculo que, aunque genera audiencia, transmite valores y escenas claramente inapropiadas para horario infantil.
Este no es un asunto de “gustos” ni de moral religiosa. Es un tema de protección de la niñez, responsabilidad mediática y sentido común.
La responsabilidad de los medios y del Estado
Los medios de comunicación tienen poder. Lo que se transmite moldea comportamientos, normaliza actitudes y crea modelos de referencia.
Cuando una producción televisiva promueve conflictos, lenguaje vulgar, sensualidad explícita o conductas adultas sin clasificación visible, deja de ser simple entretenimiento y se convierte en un problema público.
El Estado dominicano no puede mirar hacia otro lado. El marco legal ya existe, y es claro: las leyes de Espectáculos Públicos y el Código de Niñez y Adolescencia establecen obligaciones precisas sobre el tipo de contenido que puede difundirse en cada horario.

Lo que dice la ley dominicana
Ley No. 1951 (1949) y su Reglamento 824 (1971) crearon la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía (CNEPR) para regular y fiscalizar los contenidos audiovisuales en defensa de la moral y las buenas costumbres.
El Decreto 301-05 refuerza que la CNEPR tiene autoridad para suspender emisiones que violen normas y designar inspectores.
La Ley 136-03 (Código para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes) exige que durante horario infantil, la radio y televisión transmitan programas educativos, culturales y formativos en valores. Además, todo contenido debe indicar claramente su clasificación por edad.
Estas leyes no se aplican con la rigurosidad necesaria, y el resultado es visible: programas con lenguaje obsceno, discusiones violentas o promoción de conductas adultas circulan sin restricciones, incluso en horarios en que millones de niños están frente a la pantalla.
“La Casa de Alofoke” y el riesgo de normalizar lo inapropiado
El reality “La Casa de Alofoke” se ha convertido en uno de los programas más comentados del país. Sin embargo, el nivel de vulgaridad, los temas sexuales explícitos, el lenguaje ofensivo y la falta de moderación exponen a los menores a comportamientos que no deberían consumir a esa edad.
No se trata de prohibir.
Se trata de clasificar correctamente, respetar los horarios y cumplir con los límites que la ley y la moral pública imponen.
Libertad no es libertinaje
La libertad de expresión es un pilar de toda democracia, pero no debe confundirse con impunidad mediática.
Nadie propone censurar ideas o identidades, sino regular el contexto en que se exponen.
Un reality show puede existir, pero debe hacerlo en horario adulto y con advertencias claras.
Proteger la infancia no es homofobia ni censura.
Es aplicar el sentido común: los niños no tienen herramientas para filtrar lo que ven; el adulto sí.
Cinco medidas que el Gobierno puede aplicar de inmediato
Definir una “franja de protección” infantil (6 a. m. – 10 p. m.) donde esté prohibido transmitir contenido para mayores de 13 años.
Exigir clasificación visible antes y durante toda la emisión de cada programa.
Implementar un protocolo especial para realities, con versión editada y retraso técnico en horario diurno.
Activar una unidad de monitoreo ciudadano, con denuncias y sanciones públicas.
Actualizar el Reglamento 824 para incluir plataformas digitales y streaming local.
El gobierno dominicano y la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos deben recuperar autoridad y aplicar la ley con equilibrio y firmeza. No se trata de moralizar, sino de proteger a la infancia y promover una televisión con propósito.
Conclusión: sentido común y responsabilidad compartida
Los niños dominicanos no tienen control remoto, pero el Estado sí tiene leyes.
Y cuando se cruzan los límites del respeto, debe actuar.
Regular los contenidos de adultos en horario infantil no coarta la libertad, sino que preserva el derecho de los menores a crecer sanos y con valores.
Como sociedad, no podemos permitir que el entretenimiento siga reemplazando la educación y la decencia.
Es tiempo de actuar. Por la niñez, por el respeto, y por el sentido común.


