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LA CUMBRE QUE NO FUE

LA CUMBRE QUE NO FUE

Por: Ing. Rafael A. Sánchez

Jueves de TBT — Jueves de Caridad

“El prudente ve el mal y se aparta; mas los simples pasan y reciben el daño.”
(Proverbios 22:3, RV1960)

La noticia cayó como un relámpago en cielo despejado: la suspensión de la Cumbre de las Américas en suelo dominicano. Un evento que pintaba como vitrina hemisférica de liderazgo, cooperación y diplomacia, terminó empañado por una postergación inesperada que deja ecos de sorpresa, frustración y reflexión.

La República Dominicana se preparaba para ser epicentro del diálogo continental, anfitriona de mandatarios, observadores, economistas, académicos y líderes sociales del hemisferio occidental. El país se vestía de gala para recibir el pensamiento americano en su más alta expresión multilateral… hasta que la diplomacia tropezó con sus propias piedras.

Fuentes fidedignas, acreditadas y verificadas, señalan que divergencias de fondo entre Washington y varias capitales latinoamericanas —en especial la exclusión o participación condicionada de Cuba, Venezuela y Nicaragua— fueron el punto de quiebre que llevó a la suspensión.

EE. UU. mantuvo una línea inflexible sobre regímenes que considera antidemocráticos, mientras otros países del continente —Brasil, México, Argentina y Colombia— reclamaron inclusión sin vetos. El desacuerdo escaló del protocolo al principio, y del principio al impase.

Como decía Charles de Gaulle, “La política es demasiado seria para dejarla solo en manos de los políticos.” Y lo confirma la historia: cuando los intereses geoestratégicos se imponen al espíritu de unidad, el continente pierde más de lo que gana.

La Cumbre era oportunidad para reposicionar nuestra nación como centro de equilibrio, neutralidad activa y diplomacia civilizada, pero el aplazamiento proyecta sombras sobre un esfuerzo legítimo de meses.

La pregunta crucial es: cómo quedamos ante el mundo. La respuesta, con serenidad y rigor, es que no hemos fallado como país; hemos sido víctimas colaterales de la geopolítica. La imagen nacional no se debilita por el diferimiento, sino por la interpretación.

Nuestra tarea ahora es cuidar la narrativa, mantener la compostura y demostrar que la República Dominicana sigue siendo un territorio de paz, diálogo y decencia.

Como escribió Thomas Jefferson, “Nada fortalece más la autoridad que el silencio cuando la razón tiene la palabra.”

Y lo dicen en mi Vallejuelo querido, con la sabiduría del llano y la firmeza del campo: “El que ajena fiesta prepara, ajeno lío hereda.”

Este episodio debe servirnos de lección institucional y de madurez diplomática. Los pueblos que aprenden de sus tropiezos son los que se levantan más altos.

No es momento de culpas, sino de inteligencia nacional. No es hora de lamentos, sino de reinvención. No hemos perdido una cumbre… hemos ganado una conciencia.

Que este aplazamiento nos inspire a consolidar nuestra imagen como nación prudente, ordenada y digna. Que el mundo sepa que aquí, en esta tierra bañada por dos mares, la decencia sigue siendo política de Estado.

La República Dominicana no se define por las cumbres que se suspenden, sino por la dignidad con que enfrenta los descensos.

DIOS ES BUENAZO…!!!

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