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La Gratitud y la Ingratitud: Dos Fuerzas Opuestas que Definen al Ser Humano

La Gratitud y la Ingratitud: Dos Fuerzas Opuestas que Definen al Ser Humano

Por: Ing. Rafael A. Sánchez C. — Ingeniero, locutor, comunicador, magíster

 La gratitud y la ingratitud son dos fuerzas opuestas que, en su contraste, revelan la naturaleza humana más profunda de cada ser humano. Mientras la gratitud exalta, purifica y ennoblece, la ingratitud degrada, enferma y destruye.

La gratitud es el sentimiento que engrandece el corazón y afina la inteligencia. No es simplemente cortesía, ni un gesto superficial que se agota en la palabra “gracias”. Es la energía moral que nutre la memoria y dignifica la existencia misma.

Cicerón afirmó: “La gratitud no es solo la mayor de las virtudes, sino la madre de todas las demás.”

Quien sabe agradecer activa circuitos cerebrales que generan bienestar, fortalece vínculos afectivos y siembra armonía social.

Melody Beattie dijo: “La gratitud convierte lo que tenemos en suficiente, y más. Convierte la negación en aceptación, el caos en orden, la confusión en claridad.”

Cuando agradecemos, estamos ejercitando la inteligencia emocional, reconociendo que nada grande se logra en soledad. La gratitud es un compromiso con la nobleza interior.

Epicteto enseñó: “El hombre sabio considera cada día como un regalo.”

La gratitud permanente nos recuerda que cada afecto recibido y cada oportunidad de servir son dones preciosos.

William Arthur Ward afirmó: “El sentimiento de gratitud sin expresarla es como envolver un regalo y no entregarlo.”

Estudios científicos demuestran que practicar la gratitud reduce el estrés, mejora el sueño, fortalece el sistema inmunológico y prolonga la vida. Quien agradece, evoluciona. Quien agradece, honra. Quien agradece, trasciende.

En contraste, la ingratitud es una patología moral que todo lo contamina. Es olvido deliberado de la generosidad ajena, negación del bien recibido e incapacidad de reconocer el esfuerzo de otros.

Séneca dijo: “La ingratitud es hija de la soberbia.”
Ausonio: “La tierra no pare nada peor que un ingrato.”
Platón: “La ingratitud es la peor de las maldades.”
Sócrates: “Los ingratos son desmemoriados.”

Desde la psicología, se sabe que el ingrato es rehén de su propio narcisismo, negando que su historia personal está tejida con hilos de solidaridad.

Honoré de Balzac lo dijo claro: “La ingratitud es un veneno que corrompe el alma y rompe los hilos invisibles que sostienen la sociedad.”

Quien no agradece, vive en una soberbia estéril. Todos somos deudores de algo y de alguien.

En este tiempo de turbulencias morales, debemos cultivar la gratitud como antídoto contra la desmemoria. Agradecer es una fortaleza espiritual y un signo de madurez.

Que cada día sea un acto de recordar, honrar y agradecer a quienes con su bondad nos alumbraron el camino. Y si la ingratitud nos tienta, recordemos que todo lo negado a otros, la vida lo devuelve.

DIOS ES BUENAZO…!!

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