Por el periodista Salvador Holguín diciendo “lo que otros callan”.
La reciente designación del economista Magín Javier Díaz como ministro de Hacienda por parte del presidente Luis Abinader ha caído como un balde de agua fría entre las bases del PRM, sus aliados y muy especialmente entre los perremeístas históricos que sacrificaron años de lucha para devolverle al país la esperanza de un cambio real.
No se trata únicamente de un nombramiento técnico. Es, más bien, una señal clara y contundente de que la memoria política está siendo borrada sin pudor, y de que la gratitud ha sido sustituida por el pragmatismo frío y desalmado.
Magín Díaz no es un hombre neutro; su historia política está directamente ligada al danilismo más ortodoxo y al corazón del PLD que fue duramente criticado por el propio Abinader en campaña. Su paso por la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) fue objeto de señalamientos, y muchos de los que hoy ven su ascenso fueron perseguidos o marginados durante esa gestión.
Resulta inconcebible que, habiendo tantos profesionales formados dentro del PRM y sectores aliados, se le entregue una de las carteras más sensibles del Estado a alguien que no solo no representa al proyecto de cambio, sino que viene del mismo sistema que se prometió combatir. El mensaje es devastador: los que se fajaron no caben, y los que fueron adversarios ahora gobiernan.
La política se construye sobre confianza, compromiso y memoria. Si esos pilares se rompen, no hay estructura que resista. ¿Qué motivación puede tener un joven dirigente o un viejo luchador social para seguir acompañando un proyecto que ignora a los suyos y premia a los que ayer combatía?
Este no es un simple error de cálculo. Es una traición política en toda regla, una decisión que debilita la cohesión interna del partido gobernante y pone en entredicho la promesa de transformación que entusiasmó a millones en 2020 y fue renovada en 2024. El PRM haría bien en reflexionar antes de seguir desdibujando su identidad, porque gobernar no es sólo administrar, es también respetar la historia y honrar la lealtad.