Por: Ing. Rafael A. Sánchez
Lunes, inicio de la semana laboral — Lunes de Templanza
“Y no nos cansemos de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” (Gálatas 6:9 – RV1960)
Un buen amigo, conocedor del drama que viven miles de familias dominicanas, me pidió con tono de súplica: “Ingeniero, hágame un artículo sobre los medicamentos de alto costo… que sea un grito humano, pero con ciencia, con altura y con verdad.” Y aquí estoy, cumpliendo ese compromiso con la patria y con la conciencia.
En la República Dominicana, los medicamentos de alto costo representan mucho más que un programa estatal: son el oxígeno moral que mantiene con vida a más de 16 mil pacientes registrados, según datos del Ministerio de Salud Pública (MSP, 2025). Entre ellos se incluyen personas con cáncer, insuficiencia renal, enfermedades autoinmunes, cardiovasculares, metabólicas y degenerativas, muchas de ellas incurables pero tratables, si el fármaco llega a tiempo.
El presupuesto del Programa de Medicamentos de Alto Costo (PMAC) supera los RD$11,200 millones de pesos anuales, una cifra que puede parecer alta, pero que, comparada con el gasto total en salud (alrededor del 2.8% del PIB), resulta insignificante ante el valor de una vida humana. Cuando un tratamiento de inmunoterapia puede costar entre RD$150,000 y RD$600,000 mensuales, y un frasco de biológico supera el salario mínimo anual de un trabajador, la única puerta posible para muchos pacientes es el Estado.
Por eso, ni el presupuesto, ni la burocracia, ni la politiquería deben poner en riesgo este programa vital.
“El grado de civilización de una sociedad se mide por la forma en que trata a sus miembros más vulnerables.” — Mahatma Gandhi.
Y es que fallar en la entrega de un medicamento de alto costo no es solo una deficiencia administrativa, sino una transgresión ética, una ruptura del pacto social. El enfermo no puede esperar al cierre de mes, ni a licitaciones pendientes, ni a ajustes fiscales. El cáncer no se detiene para firmar un decreto. El dolor no entiende de trámites.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que los medicamentos de última generación, particularmente los biotecnológicos, aumentan cada año entre un 8% y 12% en su precio global, presionando los sistemas sanitarios de países en desarrollo. Sin embargo, la inversión en salud no debe verse como gasto, sino como semilla de productividad y esperanza. Un paciente tratado es un ciudadano que vuelve al trabajo, a la familia, al aula, a la vida.
“La medicina cura las enfermedades del cuerpo; la sabiduría, las del alma.” — Sócrates.
Desde mi querido y natal Vallejuelo, la sabiduría campesina lo resume con una claridad que conmueve: “El que tiene el remedio y no lo da, carga con el dolor ajeno.”
El Gobierno dominicano, bajo cualquier administración, está moralmente obligado a blindar este programa contra la improvisación y la politiquería. No hay excusas aceptables cuando de vidas se trata. Debe existir una reserva estratégica permanente, con transparencia, trazabilidad y planificación, sostenida en datos científicos y auditorías abiertas. La salud pública no puede depender de discursos, sino de políticas públicas sostenibles, basadas en evidencia y en amor al prójimo.
REFLEXIÓN FINAL
Preservar los medicamentos de alto costo es proteger la dignidad humana. Es un acto de justicia, no de caridad. Es invertir en futuro, en humanidad y en esperanza. Hagámoslo sin mezquindades, sin colores partidarios, sin egoísmos. Porque cuando un país cuida a sus enfermos, Dios lo bendice con salud, progreso y paz.
¡¡¡DIOS ES BUENAZO…!!!