Por: Ing. Rafael A. Sánchez
Lunes, inicio de la semana laboral, lunes de Templanza.
“Por demás, el temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado.”
(Proverbios 29:25, RV1960)
La reciente amenaza emitida por Héctor Julio Mercedes Rodríguez (“La Bala”), ex–sargento mayor de la Fuerza Aérea Dominicana, contra el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona y su familia, no es un desliz, no es una broma, no es locura pasajera: es un síntoma grave del deterioro que nace en el exceso permisivo de la propia democracia.
Cuando un exmiembro de un cuerpo castrense —con presunta arma larga, alegando conexiones y contactos— se atreve a desafiar públicamente la figura presidencial, no amenaza a un hombre: amenaza al Estado, a la soberanía, a la institucionalidad y a cada ciudadano que cree en el orden democrático.
“El precio de la libertad es la eterna vigilancia.” — Thomas Jefferson
Aquí no se puede aplicar el “lo siento”, ni el “estaba mal”, ni la excusa psiquiátrica improvisada. Porque si realmente es enfermedad, debe recluirse; si es amenaza consciente, debe procesarse.
Pero lo que no puede hacer la República es normalizar la insolencia disfrazada de democracia.
Aquí no hablamos del presidente como persona, sino de la investidura, que simboliza al país entero. Porque si a la primera figura se le amenaza sin consecuencias, ¿qué queda para el ciudadano común?
Como se dice en la calle: si eso se lo dicen al Presidente… ¿Qué no harían conmigo?
La democracia dominicana es sólida, pero no invulnerable. Precisamente porque gozamos de libertades amplias, debemos protegerlas de los que se escudan en ellas para intentar dinamitar el orden institucional desde el ruido, la fanfarronería y la temeridad irresponsable.
“La palabra imprudente es arma de doble filo.” — Séneca
Hoy más que nunca, las voces vocingleras —esas que opinan sin pensar, que celebran lo indebido, que juegan a politólogos de redes— deben saber que las verdades peligrosas se suelen decir disfrazadas de chistes, risas y “loqueras”.
Y los países que ignoraron señales así, después tuvieron que lamentar tragedias que comenzaron igual: con un video, un fanfarrón y una amenaza tomada a la ligera.
Desde mi Vallejuelo querido lo resumimos mejor que cualquier analista:
“Cría relajo… y el relajo te tumba.”
La historia dominicana registra episodios donde la amenaza política buscó sembrar miedo, manipulación o caos. Desde intentos aislados en décadas pasadas hasta expresiones modernas amplificadas por las redes, el patrón se repite: cuando la autoridad no actúa con rigor, la irreverencia se convierte en precedente, y el precedente en riesgo.
La democracia no se pierde en un día: se deteriora por omisiones pequeñas, burlas toleradas, amenazas minimizadas y peligros disfrazados de “libertad de expresión”. La República Dominicana debe tomar este momento como advertencia. No para sembrar miedo, sino para sembrar respeto.
No es defender a un Presidente: es defender la República.
Es cuidar la institucionalidad, fortalecer la autoridad legítima y blindar la democracia de quienes creen que la libertad es licencia para destruirla. La democracia no muere por golpes… muere por tolerar demasiado lo intolerable.
¡¡¡DIOS ES BUENAZO…!!!


