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LA LECCIÓN DE LA CABINA: PRIMERO TÚ, DESPUÉS EL MUNDO

LA LECCIÓN DE LA CABINA: PRIMERO TÚ, DESPUÉS EL MUNDO

Por: Ing. Rafael A. Sánchez C. — Ingeniero, locutor, comunicador, magíster

Martes de Fe

“Mas el justo por su fe vivirá.”
Habacuc 2:4 (RV1960)

La vida, cada vez que se analiza con profundidad, se revela como un misterio entendible y maravilloso… siempre y cuando aprendamos a vivirla con conciencia, principios y valores. Éticos, morales, profesionales, familiares, amistosos, pero siempre enmarcados en el respeto más absoluto y profundo.

Las azafatas, al dar las instrucciones de seguridad en un avión, nos enseñan sin saberlo una lección de vida que trasciende la cabina:
“Si hay descompresión en cabina y caen las mascarillas de oxígeno, colóquese usted primero la suya antes de intentar ayudar a otro.”

¡Qué enseñanza tan simple y tan profunda! No puedes dar aire si primero no respiras. No puedes sostener a otro si antes no aprendes a sostenerte tú mismo. La metáfora es directa, poderosa y aplicable a todos los ámbitos de la vida personal, profesional y espiritual.

Con dolor y madurez, comienzo a comprenderlo. Un gran amigo, casi como un hijo, Yeris Zabala, siempre me lo repite con insistencia:
“Ingeniero, trate de llegar bien llegado usted primero, para que luego pueda ayudar a los demás. Si no, se quedarán usted y ellos en el camino.”

¡Cuánta verdad encierra esa advertencia! Cuánta ironía en la vida: puedes bajar estrellas del firmamento para los demás, y aun así habrá ingratitud. Porque —y lo he vivido con claridad y evidencia— al que más da, más se le exige, y del que más entrega, más inconformes están.

Pero aquí está la clave: seguir ayudando, aunque duela; seguir haciendo el bien, aunque no lo reconozcan. Como nos enseña la historieta del sabio y el alacrán: el sabio lo ayudó a salir del agua, el alacrán lo picó, y aún así el sabio volvió a rescatarlo. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, respondió:

“Él me pica porque esa es su naturaleza; yo lo salvo porque esa es la mía.”

El mundo necesita más de esa coherencia: ayudar sin esperar nada a cambio. Porque cuando se espera recompensa, ya no es ayuda, es negocio. La verdadera ayuda es entrega, desprendimiento y amor aplicado con sabiduría y mesura.

La ciencia misma confirma esta verdad. Estudios recientes de la Universidad de Harvard, en un seguimiento de más de 75 años (Harvard Study of Adult Development), concluyen que la verdadera fuente de bienestar y longevidad no es la riqueza ni el poder, sino la calidad de nuestras relaciones humanas y el acto de dar sin esperar nada a cambio. Dar prolonga la vida, fortalece la salud emocional, reduce el estrés y siembra paz en nuestro entorno.

Como bien dijo Albert Schweitzer:
“La única entre todas las formas de felicidad que no se destruye es la felicidad de hacer el bien.”

Y lo reafirmó Martin Luther King Jr.:
“La pregunta más persistente y urgente de la vida es: ¿Qué estás haciendo por los demás?”

La fe, entonces, se traduce en acción. En poner primero nuestra mascarilla —cuidarnos, fortalecernos, prepararnos— para poder servir mejor. Pero nunca dejar de servir. Esa es la paradoja y la belleza de vivir en fe: confiar, ayudar, amar… incluso cuando no nos entienden, incluso cuando nos pican, incluso cuando el esfuerzo parece invisible.

Por eso digo yo, este simple mortal que han de comérsele los gusanos los ojos:
“AUNQUE DUELA, AYUDAR SIEMPRE SERÁ LA MEJOR INVERSIÓN DE LA VIDA.”

¡¡¡DIOS ES BUENAZO!!!

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