Por: Ing. Rafael A. Sánchez
Viernes, que te quiero, viernes… viernes de Prudencia, viernes antesala del fin de semana.
“Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová; el pueblo que él escogió como heredad para sí.”
— Salmos 33:12 (RV1960)
Hoy la Patria celebra su columna vertebral: el Día de la Constitución Dominicana, esa Carta Magna que edifica el orden, la justicia y la moral del Estado. Sin embargo, pareciera que el calendario nacional ha confundido el deber con la conveniencia.
Mover el día de la Constitución por “ajuste laboral” o “turismo de ocasión” no es un simple cambio de fecha: es una mutilación simbólica a la memoria institucional de la República. La Constitución no se traslada como un feriado cualquiera. Se honra, se estudia, se aplica, se enseña… y sobre todo, se respeta.
Porque en sus letras habita la soberanía, y en su espíritu late la libertad que nos hizo nación el 6 de noviembre de 1844, en San Cristóbal, cuna del Derecho dominicano y altar donde nació el alma jurídica de la Patria.
No se trata de un día en el calendario, se trata del corazón que bombea justicia y equidad a los tres poderes del Estado. Mover la Constitución es mover la conciencia nacional.
Jean-Jacques Rousseau advirtió: “La libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en no ser esclavo de las pasiones.” Y hoy pareciera que somos esclavos del facilismo y del olvido.
Cambiar la fecha de nuestra Ley Suprema por comodidad laboral o interés político es convertir la historia en un souvenir de fin de semana. Nuestros próceres —Duarte, Sánchez y Mella— erigieron la República con sangre y visión para que su Constitución durara siglos, no para que se negociara en calendarios administrativos.
Por eso cada legislador, juez, fiscal, maestro y ciudadano tiene la obligación moral y patriótica de defenderla con conciencia, civismo y convicción.
Cicerón lo dijo con verdad pétrea: “La ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento.” Y yo añado: La ignorancia de la Constitución no excusa de su profanación.
Lo dicen en mi Vallejuelo querido: “El que juega con la raíz… pierde el fruto.”
La Constitución no es un papel. Es el ADN de la Patria, la brújula del Estado y el escudo moral del pueblo. Mover su día es doblar su espinazo, y ningún país que dobla su espinazo permanece erguido.
Defendámosla con el alma, enseñémosla con orgullo, honrémosla con actos. Porque un país que olvida su Constitución… se olvida a sí mismo.
¡¡¡DIOS ES BUENAZO…!!!


